sábado, 28 de enero de 2017

LOS MALOS PERDEDORES (Y LO QUE TEMEN PERDER)

DIANA JOHNSTONE, 19 de diciembre de 2016 (Counterpunch)
París.
Si la campaña presidencial de 2016 fue una desgracia nacional, la reacción de los perdedores es un espectáculo aún más vergonzoso. Parece que la máquinaria política que apoya a Hillary Clinton no puede soportar perder unas elecciones.
¿Y por qué?
Porque que están decididos a imponer la hegemonía "excepcional" de los Estados Unidos en todo el mundo, usando cambios de régimen respaldados por los militares, y Donald Trump parece dispuesto a estropear sus planes. Todo el establishment occidental, compuesto en gran medida por ideólogos neoconservadores, intervencionistas liberales, poderes financieros, la OTAN, los principales medios de comunicación y políticos tanto en los Estados Unidos como en Europa Occidental, que e comprometió a reorganizar el Oriente Medio para satisfacer a Israel y Arabia Saudita, han caido en un pánico histérico ante la perspectiva de que su proyecto conjunto de globalización sea saboteado por un intruso ignorante.
El deseo explícito de Donald Trump de mejorar las relaciones con Rusia arroja una llave inglesa a los planes respaldados por Hillary Clinton para "hacer pagar a Rusia" por su mala actitud en Oriente Medio y otros lugares. Si hiciera lo que ha prometido, eso podría ser un duro golpe para el agresivo despliegue de la OTAN en las fronteras europeas de Rusia, sin mencionar las graves pérdidas de la industria armamentista estadounidense, que planea vender miles de millones de dólares de armas superfluas a los aliados de la OTAN con la excusa de la "amenaza rusa".
Los temores del partido de la guerra pueden ser exagerados, ya que los nombramientos de Trump indican que la afirmación de que EEUU es una nación "excepcional" e indispensable probablemente los altos mandos sobrevivirá a los cambios en lo alto del escalafón. Pero el énfasis puede ser diferente. Y los que están acostumbrados al dominio absoluto no pueden tolerar ese desafío.
Malos perdedores de las altas esferas
Los miembros del Congreso de Estados Unidos, los principales medios de comunicación, la CIA e incluso el Presidente Obama se han engañado a sí mismos y a la nación al afirmar que la camarilla Clintonita perdió por culpa de Vladimir Putin. En la medida en que el resto del mundo se tome en serio estos lloriqueos, aumentará aún más el ya considerable prestigio de Putin. Si es cierto, la noción de que la piratería moscovita podría derrotar al candidato favorito de la todo el establishment del poder de EEUU sólo puede significar que la estructura política de los Estados Unidos es tan frágil que la filtración de unos pocos correos electrónicos puede causar su colapso. Un gobierno notorio por husmear en la comunicación privada de todo el mundo, así como por derrocar a un gobierno tras otro por medios menos sutiles y cuyos agentes se jactaban de asustar a los rusos para reelegir a Boris Yeltsin en 1996, que era inmensamente impopular, ahora parece estar llorando patéticamente , "¡Mamá, Vlady está jugando con mis juguetes de hackear!".
Por supuesto que los rusos preferirían naturalmente a un presidente estadounidense que quiera evitar abiertamente la posibilidad de iniciar una guerra nuclear con Rusia. Eso no hace que Rusia sea "un enemigo", es sólo un síntoma de sentido común. Tampoco significa que Putin sea tan ingenuo como para imaginar que Moscú podría decantar a su favor las elecciones con unos cuantos trucos sucios. Los actuales líderes rusos, a diferencia de sus homólogos de Washington, tienden a tener una visión más a largo plazo, en lugar de imaginar que el curso de la historia puede ser cambiado por una cáscara de plátano.
Todo este miserable espectáculo no es más que una continuación de la rusofobia explotada por Hillary Clinton para distraer de sus múltiples escándalos. Como la peor perdedora de la historia electoral de Estados Unidos, debe culpar a Rusia, en lugar de reconocer que había múltiples razones para votar en contra suya.
La máquina de propaganda ha encontrado una respuesta a las informaciones desagradables: tienen que ser "fake news" (noticias falsas, AyR). Los teóricos de la conspiración de Washington se están superando esta vez. Los frikis rusos supuestamente sabían que al revelar unos pocos mensajes internos del Comité Nacional Demócrata, podrían asegurar la elección de Donald Trump. ¡Qué clarividencia más tremenda!
Obama prometió represalias contra Rusia por tratar a los Estados Unidos de la manera en que los Estados Unidos tratan, por ejemplo, a Honduras (e incluso a la propia Rusia hasta que lo impidió Putin). Putin replicó que hasta donde él sabía, EEUU no es una república bananera, sino una gran potencia capaz de proteger sus elecciones. Washington lo está negando a gritos. Los mismos medios de comunicación que vendieron lo de las "armas de destrucción masiva" de Saddam están ahora difundiendo la absurda teoría de la conspiración con caras serias.
Cuando las agencias de inteligencia toman conciencia de las actividades de las agencias de inteligencia rivales, generalmente guardan esa información para sí mismas, como parte del juego mutuo del espionaje. Al difundir esta increible historia han demostrado que el objetivo era persuadir a la población estadounidense de que la elección de Trump es ilegítima, con la esperanza de derrotarlo en el colegio electoral o, si eso fallase, de paralizar su presidencia al etiquetarle el ser un "secuaz de Putin".
Malos perdedores de las capas bajas de la sociedad
Al menos los malos perdedores de las altas esferas saben lo que están haciendo y tienen un propósito. Los malos perdedores de las capas bajas de la sociedad en el fondo están expresando emociones sin objetivos claros. Es una engañosa auto-dramatización el llamar a la "Resistencia" como si el país hubiera sido invadido por extraterrestres. El sistema electoral de Estados Unidos es anticuado y extraño, pero Trump respetó las reglas del juego. Hizo campaña para ganar en las "Regiones Bisagra" (los llamados 'Swing States’ de EEUU, donde ningún partido tiene una mayoría clara pero quien gana en ellos obtiene la victoria en las elecciones, AyR), y no una mayoría de la población, y lo logró.
El problema no es Trump, sino un sistema político que reduce la participación de la población en las elecciones a dos candidatos odiados, respaldados por grandes cantidades de dinero.
Sea lo que sea lo que piensen y crean los manifestantes anti-Trump, en su mayoría jóvenes, en las calles dan una imagen de mocosos malcriados de la sociedad de consumo hedonista que se enfadan cuando no consiguen lo que quieren. Por supuesto, algunos están genuinamente preocupados por amigos que son inmigrantes ilegales y temen ser deportados. Es muy posible organizarse para defenderlos. Los manifestantes pueden ser partidarios de Bernie Sanders muy decepcionados pero, les guste o no, sus protestas equivalen a una continuación de los temas dominantes en la campaña electoral negativa de Hillary Clinton. Ella se centró en el miedo. Al carecer de un programa económico que respondiera a las necesidades de millones de votantes que mostraban su preferencia por Sanders, y para aquellos que se interesaban por Trump simplemente debido a su vaga promesa de crear empleos, su campaña exageró las tendencias más políticamente incorrectas de Trump, creando la ilusión de que Trump era un racista violento cuyo único programa era despertar el odio. Peor aún, Hillary estigmatizó a millones de votantes acusándoles de ser "un cúmulo de deplorables racistas, sexistas, homofóbos, xenófobos, islamófobos, como les quieras llamar". Estas declaraciones fueron hechas en una manifestación LGBT, como parte de su campaña política identitaria para ganar votantes entre las minorías, difamando a la menguante mayoría blanca. La premisa de la política de identidad es que las minorías étnicas y sexuales están oprimidas y son por tanto moralmente superiores a la mayoría blanca, que es el opresor implícito. Es esta tendencia a clasificar a las personas en categorías moralmente distintas que lo que enfrenta a los estadounidenses unos contra otros, tanto -o más- que la hipérbole de Trump sobre los inmigrantes mexicanos o islámicos. Ha servido para convencer a muchos devotos de la corrección política que considerar a los estadounidenses de clase trabajadora blanca de las "flyover regions" (el territorio se EEUU situado entre las dos costas de EEUU, predominántemente rural, AyR) como invasores enemigos que amenazan con enviarlos a todos a los campos de concentración.
Aterrorizados por lo que pueda hacer Trump, sus oponentes tienden a ignorar lo que estos patosos están haciendo en realidad. La última rabieta de la campaña clintonita, culpar de la derrota de Hillary a "Fake News" supuestamente inspiradas por El Enemigo –Rusia- es una forma de la creciente campaña para censurar la Internet -anteriormente para combatir la pornografía infantil o el antisemitismo-, y con el pretexto de combatir "Fake News", es decir, todo aquello que vaya en contra de la línea oficial. Esta amenaza a la libertad de expresión es más siniestra que el machismo de Trump típico de un vestuario de onceañeros.
Habrá y tiene que haber una fuerte oposición política feente a cualquier política doméstica reaccionaria que sea adoptada por la administración Trump. Pero esa oposición debe definir los temas y trabajar para alcanzar objetivos específicos, en lugar de expresar un rechazo global que no vale para nada.
La histérica reacción anti-Trump es incapaz de comprender las implicaciones de la campaña electoral para culpar a la derrota de Hillary sobre Putin. ¿Los niños de la calle quieren realmente la guerra con Rusia? Lo dudo. Pero no se dan cuenta de que, pese a todos sus flagrantes errores, la presidencia de Trump ofrece una oportunidad de evitar una guerra con Rusia. Esta es una ventana de oportunidad que se cerrará de golpe si se salen con la suya el establishment clintonita y el "Partido de la Guerra" (War Party, aquellos sectores del establishment más favorables a un enfoque belicista en la política exterior de EEUU, AyR). Tanto si se dan cuenta como si no, los manifestantes callejeros están ayudando a ese sector del establishment a delegitimatizar a Trump y sabotear el elemento positivo en su programa: la paz con Rusia.
Correcciones en la lista de enemigos
Por sus preferencias fatalmente erróneas en el Medio Oriente y en Ucrania, el establishment de la política exterior de Estados Unidos se ha dirigido hacia una confrontación con Rusia. Incapaz de admitir que los EEUU apostaron por el caballo equivocado en Siria, el Partido de la Guerra no ve otra opción que demonizar y "castigar" a Rusia, con el riesgo de hundirse en el vasto arsenal de armas nucleares del Pentágono. La propaganda antirusa ha llegado a extremos superiores a los de la Guerra Fría. ¿Qué puede poner fin a esta locura? ¿Qué puede servir para crear actitudes y relaciones normales con respecto a esa nación orgullosa que aspira primordialmente a ser simplemente respetada y a promover el derecho internacional anticuado basado en la soberanía nacional? ¿Cómo pueden los Estados Unidos hacer las paces con Rusia?
Está claro que en la América capitalista y chauvinista no hay perspectivas de cambiar a una política de paz poniendo a David Swanson a cargo de las relaciones exteriores de Estados Unidos, por deseable que sea.
Desde un punto de vista realista, la única manera que la América capitalista pueda hacer la paz con Rusia es a través de negocios capitalistas. Y eso es lo que Trump propone hacer.
Un poco de realismo ayuda cuando se trata de hacer frente a la realidad. La elección del director ejecutivo de Exxon Rex W. Tillerson como Secretario de Estado es el mejor paso para terminar con la actual carrera hacia la guerra con Rusia. "Hacer dinero y no la guerra" ('Make money not war', adaptación del lema pacifista 'Make love no war' –Haz el amor y no la guerra- de los manifestantes contra la Guerra de Vietnam, AyR) es el lema pragmático americano en favor de la paz en esta etapa.
Pero la "resistencia" a Trump no es probable que apoye esta política pragmática de paz. Ya está encontrando oposición en el Congreso, que ama la guerra. En lugar de ello, gritando "¡Trump no es mi Presidente!", Los izquierdistas desorientados están reforzando sin darse cuenta esa oposición, que es peor que Trump.
Evitar la guerra con Rusia no transformará a Washington en un refugio de dulzura y luz. Trump es una personalidad agresiva, y las personalidades agresivas oportunistas del establishment, en particular sus amigos pro-Israel, le ayudarán a redirigir la agresividad estadounidense en otras direcciones. El apego de Trump a Israel no es nada nuevo, pero parece ser particularmente intransigente. En ese contexto, las palabras extremadamente duras de Trump para Irán son siniestras, y solo podemos tener la esperanza de que también en este caso se aplique su rechazo declarado a las guerras del "cambio de régimen" (Regime Change, el derrocamiento por todos los medios de gobiernos contrarios a los intereses de EEUU, AyR). La retórica anti-China de Trump también suena mal, pero a la larga hay poco que él o Estados Unidos pueden hacer para impedir que China vuelva a ser la "nación indispensable" que solía ser durante la mayor parte de su larga historia. Los acuerdos comerciales más duros no conducirán al Apocalipsis.
El fracaso del establishment intelectual
La lamentable imagen actual de los estadounidenses como malos perdedores, incapaces de afrontar la realidad, debe atribuirse en parte al fracaso ético de la llamada generación de intelectuales de 1968. En una sociedad democrática, el primer deber de hombres y mujeres dotados del tiempo, la inclinación y la capacidad de estudiar la realidad seriamente es compartir su conocimiento y entendimiento con personas que carecen de esos privilegios. La generación de académicos cuya conciencia política fue se alzó temporalmente por la tragedia de la guerra de Vietnam debería haber comprendido que su deber era utilizar su posición para educar al pueblo estadounidense, sobre todo sobre el mundo al que Washington propuso rediseñar y su historia. Sin embargo, la nueva fase del capitalismo hedonista ofrecía las mayores oportunidades a los intelectuales para manipular a las masas en lugar de educarlas. El marketing de la sociedad de consumo incluso inventó la nueva fase de la política de identidad, con el mercado juvenil, el mercado gay, y así sucesivamente. En las universidades, una masa crítica de académicos "progresistas" se retiró al mundo abstracto del posmodernismo, y ha terminado centrando la atención de los jóvenes en cómo reaccionar ante la vida sexual de otras personas o la "identificación de género". Este tipo de cosas esotéricas alimenta el síndrome de "publica o muere" (en la universidad quien más textos logra publicar refuerza su curriculum vitae y puede llegar más lejos, algo que ha provocado un montón de escándalos –incluso con Premios Nobel- y es una de las fuentes de la endogamia universitaria, AyR) y evita que los académicos del sector de humanidades tengan que enseñar cualquier cosa que pueda ser considerada crítica hacia el gasto militar estadounidense o sus esfuerzos fallidos para afirmar su dominio eterno sobre el mundo globalizado. La peor controversia que sale de las universidades se refiere a quién debe usar el inodoro (se refiere a la discusión en marcha en EEUU sobre eliminar los servicios separados por género másculino-femenino por otros "neutrales" en términos de género, AyR).

Si los snobs intelectuales de las costas (las costas este y oeste de EEUU, donde se concentra el establishment intelectual liberal americano, AyR) pueden burlarse con auto satisfacción de los 'deplorables' pobres de las "flyover regions", es porque ellos mismos han ignorado su deber social primario de buscar la verdad y compartirla. Regañar a la gente por sus actitudes "erróneas" mientras difunden el ejemplo social de la promoción personal sin restricciones sólo puede producir la reacción anti-élite llamada "populismo". Trump es la venganza de las personas que se sienten manipuladas, olvidadas y despreciadas. Por muy deficiente que pueda ser, es la única opción que tenían para expresar su revuelta ante una elección podrida. EEUU está profundamente dividido ideológicamente, así como económicamente. EEUU está amenazado, pero no por Rusia, sino por sus propias divisiones internas y la incapacidad de los estadounidenses no sólo de comprender el mundo, sino incluso de entenderse entre ellos.

LOS RUSOS, TRUMP Y EL ESTADO PROFUNDO (EN ASCENSO)

Antiwar.com, 9 de enero de 2017
La gente habla del Estado Profundo (“Deep State”), una especie de simplificación para referirse a sectores firmemente arraigados en el aparato gubernamental, particularmente dentro de las comunidades militar, de inteligencia y de seguridad, que no se cambian dependiendo del ciclo electoral. La información que poseen, y su longevidad, les permite influenciar significativamente, quizás incluso controlar, las decisiones de gran alcance que cambian la forma en que América actúa a escala global. Quiénes son los enemigos, dónde se debe usar el poder, qué guerras empezar y qué gobiernos extranjeros deben caer.

Una de las características del Estado Profundo es que prefiere trabajar detrás del escenario, en las sombras si se prefiere. Los políticos más conocidos están fuera, sonriendo para las cámaras, y los menos importantes tienen que dedicarse a las tareas cotidianas del gobierno. El Estado Profundo no se preocupa por regular la agricultura o decidir qué proyecto de infraestructura hay que financiar. Eso es en gran parte el motivo por el que nunca habrá un golpe de estado completo ¿Por qué tendría que querer el Estado Profundo asumir la responsabilidad del Departamento de Transporte?
Cuando el Estado Profundo se expone a la luz pública de manera, es a menudo por accidente, como en el pánico que tuvo lugar justo después del 11 de septiembre cuando el presidente estaba sentado leyendo un libro para niños mientras que Cheney, Rice y Rumsfeld se encargaban de tomar decisiones. Lo mismo sucedió en la década de los ochenta, cuando un conjunto de errores destapó las ventas de armas a Irán para financiar a las fuerzas apoyadas por EEUU en América Central, mientras que con el apoyo estadounidense los saudíes pagaban a los yihadistas para luchar en Afganistán, sentando las bases de lo que se convertiría en la Guerra contra el Terror.
Olvídate por un momento lo que piensa de sus actividades, pero preste atención: tanto nuestro servicio de inteligencia nacional (el FBI) ​​como nuestro servicio de inteligencia en el extranjero (la CIA) desempeñaron papeles importantes en las pasadas elecciones. ¿Todavía no está seguro de lo que es el Estado Profundo? Es eso.
Olvídate de lo que estás "de acuerdo" y enfócate en lo que pasó. En julio, el FBI exoneró a Hillary Clinton de cualquier falta cometida en relación con su servidor privado de correo electrónico. Sí, había material altamente clasificado, pero eso no importaba. No, los rusos y / o todo el mundo nunca hackearon su servidor, y nadie en su personal nunca hizo clic en un enlace con fraude electrónico (Phishing) como Podesta (el jefe de la campana electoral de Hillary Clinton, AyR). Circulen, aquí no había nada que ver. Y luego, en octubre, el FBI dio un nuevo giro y dijo que tal vez había algo que ver, enterrado cómodamente en el ya conocido ordenador portátil de Anthony Weiner (marido de Huma Abedin, asesora de Hillary Clinton acusado de exhibicionismo, AyR) que ya estaba en su poder. Es gracioso. ¿Alguien visto a Huma Abedin ir últimamente a los sitios “donde hay que estar”?
En cuanto a la CIA, se las arreglaron para organizar más filtraciones que los pañales para adultos del abuelo durante toda la campaña diciendo cualquier cosa sobre Trump y Putin. Trump debe dinero a Rusia. Las computadoras de Trump se comunican con Rusia. Los asesores de Trump trabajan para Rusia. Trump quiere construir hoteles en Rusia. Cuando nada de eso realmente se confirmó, resultó que los hackeos en los servidores del DNC (la dirección del Partido demócrata, AyR) fueron hechos por rusos -en cooperación con el archi-villano Julian Assange (de Wikileaks, AyR)- y ordenado personalmente por Putin para que Trump saliera elegido. Todo porque Trump era el estratega de Putin, con lo que se cerraba el círculo argumental.
Si Trump no podía ser derrotado, él sería deslegitimado. De la noche a la mañana izquierdistas/ liberales/progresistas/lo que sea se convirtieron en partidarios enrojecidos de la CIA y de los guerreros de la Guerra Fría del siglo XXI y cualquiera, desde ese imbécil de Facebook con el que discutías hasta periodistas premiados con el Pulitzer que no estaban de acuerdo con ellos, eran etiquetados como secuaces rusos, espías, compañeros de viaje y similares.
¿El resultado? Una nueva Guerra Fría, vendida al pueblo estadounidense en el curso de aproximadamente un mes.
Cuando la Unión Soviética se derrumbó y la vieja Guerra Fría se acabó, quedó un agujero para el Estado Profundo. Casi literalmente no tenían nada que hacer. Los presupuestos estaban siendo reducidos, y su poder en Washington desactivado. El 11-S fue un accidente útil y oportuno; La Guerra contra el Terror proporcionaría el motivo necesario para aumentar los gastos y reconstruir su estatus y poder.
Y la Guerra contra el Terror comenzó como una gran promesa para el Estado Profundo, encajando muy bien con los proyectos conservadores tan buscados desde hace mucho tiempo, como la reordenación de Oriente Medio y el control del Golfo Pérsico. El futuro estaba abierto, Afganistán era un estúpido pero necesario preludio del verdadero primer acto en Irak.
Pero a pesar del poder del Estado Profundo, se cometen errores y la naturaleza encuentra un camino. La Guerra contra el Terror se convirtió en un desastre global. Fracasos acumulados: Irak y Afganistán, por supuesto. Libia, Siria, la desordenada primavera árabe, las relaciones con Pakistán. Realmente no se puede confiar en ninguna de esas personas para conseguirlo, queremos una guerra que no termina pero que se ve bien. Las decapitaciones en la televisión simplemente agitan a la gente en casa y no hay mucho que podamos hacer al respecto.
Pero, para ser justos con la Guerra contra el Terror, tuvo una buen trayecto. Logró normalizó el espionaje doméstico y la omnipresencia de la seguridad en todas partes en América, y estableció una burocracia agradable para manejar todo eso, la Homeland Security. Los estadounidenses se acostumbraron a ver policías armados y militarizados en las calles.
Pero lo que se necesitaba era una lucha global que nos hiciera parecer que estábamos ganando sin que  terminara nunca. 
Si hubiera algún tipo de modelo para eso...
Los rusos. Todos los temores estadounidenses se enrollaron en torno a un tipo, Putin, que también podría venir de una fábrica de super villanos de Hollywood. A diferencia de los terroristas caóticos, que querían lo que fuera, la Sharia o un califato, malditas palabras extranjeras, Rusia quería territorios, a la antigua usanza, cosas en mapas como Crimea y Ucrania que no importaban a América, pero podían ser empleadas internamente como Luchas por la Libertad ©. Los rusos tenían tropas con uniformes de verdad, y todos los viejos materiales de propaganda estaban a disposición. Los rusos también sabían jugar este juego, respondiendo a través de sus canales de comunicación Russia Today (RT) y Sputnik que nadie mira realmente, pero que están ahí para poderlos etiquetar como amenazas a nuestra democracia. Y la versión rusa del estado profundo también sabe reconocer una ganga cuando ve una.
Clinton era la figura perfecta para encabezarlo, siendo amiga de Henry Kissinger, uno de los últimos luchadores disecados de la Guerra fría, y estando más que predispuesta para poner a los rusos en su sitio. Trump, bueno, no parecía entenderlo, y cuando estaba cada vez más claro que podría ganar, había que conseguir hacérselo entender. El Estado Profundo parecía tener cierta disensión interna; esto se hizo público cuando se vio que el FBI y la CIA no estaban seguros de qué a qué caballo apostar en los últimos días de la campaña electoral y cómo hacerlo. Pero oye, se cometieron errores, lo siento, incluso el Estado Profundo es un poco humano.
Bueno, la situación era un caos y se arrastró más allá de las elecciones, pero ahora todo está resuelto. El informe de inteligencia que acaba de salir dejó las cosas claras: Rusia es el tipo malo, Trump ahora el servidor del Estado Profundo, y las cosas están de vuelta a la "normalidad". Se aumentará la financiación de los sectores militares, de inteligencia y de seguridad. Dado que la guerra será fría, los Estados Unidos pueden declarar victorias periódicas como en los viejos tiempos sobre cosas como las Olimpiadas, las competiciones de ajedrez, los disidentes salvados, las cosas de espionaje que No Podemos Contarle, pero saldrán de todos modos. Podemos tener guerras a través de intermediarios y escaramuzas que parecen grandes cosas, pero por lo general se puede manejar sin problemas. Cualquier perturbador en casa, dentro o fuera de la Casa Blanca, puede ser etiquetado de simpatizante rusos en la CNN y Maddow (comentarista de la cadena MSNBC) para librarse de él rápidamente.
En general, la década de 1950 no era tan mala, ¿no es verdad?

EXTRA: Una pregunta pendiente es si las manipulaciones del Estado Profundo de nuestras elecciones se hicieron públicas por accidente, como después del 11 de septiembre, o si alguien (¿nosotros? ¿Trump? ¿Putin?) Teníamos que enterarnos por algún motivo. Mantengamos esta cuestión como algo pendiente.

MÁS EXTRAS: Sí, sí, todo esto es una conspiración absurda. Los aterrizajes de la luna fueron falsificados y el 9/11 fue un trabajo interno del Mossad. No hay ningún Estado Profundo, o Trump realmente es un Candidato de Manchuria ruso (en referencia a una famosa película de la guerra fría sobre como la URSS intenta hacerse con el poder en EEUU a través de un candidato al que han lavado el cerebro, AyR), o las arañas de Marte están realmente tirando de los hilos, o estoy leyendo esos Geocities extraños -como sitios web para adolescentes y pronto se publicará en llamativos GIFs animados con banderas ondeando-, lo que sea. También soy ruso, o Edward Snowden, o me paga alguien para escribir esto. Sea lo que sea lo que quieras decirte a ti mismo, nunca deberías creer lo que te digo ni decir que es lamentable en qué nos hemos convertido. Mataré a un cachorro en tu honor. ¡Gracias!

sábado, 21 de enero de 2017

DONALD TRUMP - CABALLO DE TROYA DE LA DICTADURA MILITAR FINANCIERA QUE SE AVECINA

14 de diciembre de 2016 - Ernst Wolff
Con afirmaciones como "Dry the swamp!" ("¡Sequemos la ciénaga!"), Donald Trump se presentó en la campaña electoral en Estados Unidos como un decidido adversario del establishment de Estados Unidos. Millones de estadounidenses que dudan del sistema le creyeron, convencidos de que como presidente hará frente a la élite corrupta del país.
Mientras tanto el sector más informado entre ellos debe tener ya claro no sólo que se han equivocado, sino que fue un engaño realizado de manera deliberada: Trump demuestra desde su elección que es un caballo de Troya que no sólo no va a 'secar la ciénaga’ sino que, al contrario, la va a dar aún más poder.
Y no sólo eso: quienes creían durante la campaña electoral que con Hillary Clinton se decidía seguir con la política militarista de EEUU y con Trump por el contrario se acabaría con ella, desde hace dos semanas se frotaran con incredulidad sus ojos incrédulos: El gabinete del 45º presidente de EEUU, con sus ex-generales y líderes empresariales se parece más a una mezcla de junta militar de latinoamericana y la dirección de una empresa que a los gabinetes de los presidentes anteriores.
Semejante fraude descarado a los votantes no es nada nuevo en los EEUU, y por buenas razones: Por lo menos desde diciembre de 1913 la dirección de la política de Estados Unidos no se decide en la Casa Blanca en Washington, sino en Wall Street y su principal organización, la Reserva Federal, el banco central estadounidense. Ambos tienen una idea diferente sobre el futuro del país que la clase trabajadora.
Detrás de la política de Estados Unidos está siempre la industria financiera
Con el establecimiento de la Reserva Federal en 1913, un cartel de bancos de Estados Unidos y sus dueños ultra ricos se aseguró el control de la moneda estadounidense, el dólar. De esta manera se hizo real el sueño del fundador de la dinastía Rothschild, Mayer Rothschild (1773-1855), que una vez dijo: "Dame el control sobre el dinero de una nación y no me importa quién haga sus leyes".
Desde 1913, el gobierno de Estados Unidos no es ni más ni menos que el ejecutor de la política de la Reserva Federal. Su tarea más importante es vender al pueblo estadounidense para vender los intereses de la industria financiera como propios -por todos los medios. Sólo tres años después de la fundación de la Reserva Federal, el candidato demócrata Woodrow Wilson se hizo votar con la promesa de mantener a los Estados Unidos fuera de la Primera Guerra Mundial que arrasaba Europa. Un mes después de su toma de posesión, declaró la guerra a Alemania.
¿Por qué? Porque los grandes bancos de Wall Street habían concedido préstamos multimillonarios a Inglaterra, Francia e Italia, y temían que, en caso de una victoria alemana, tendrían que condonarlas.
Lo mismo es válido para la Segunda Guerra Mundial, que es de ninguna manera fue una confrontación entre democracia y dictadura -como se afirma en la mayoría de los libros de historia-. Por un lado, los nazis de Hitler nunca habría podido mantenerse en el poder sin los créditos de Wall Street. Y, por otro lado, la maquinaria económica más grande de todos los tiempos, levantada en Estados Unidos y financiado por Wall Street, había llegado a sus límites a comienzo de los años cuarenta.
Es decir: Los Estados Unidos necesitaban mercados para librarse de los productos que no se podían vender en el mercado interno. Para lograrlo Wall Street estaba dispuesto a todo -desde participar en la Segunda Guerra Mundial hasta lanzar bombas atómicas.
Y también las otras guerras de los Estados Unidos –ya sea Corea, Vietnam, Afganistán, Irak, Libia o Siria- se llevaron a cabo en defensa de los intereses de la élite financiera de Estados Unidos. Lo mismo se aplica a las actividades llevadas a cabo con la ayuda de golpes organizados por los servicios de inteligencia de Estados Unidos en Asia, África y América del Sur, que en ningún caso pretendían acaban con dictaduras militares, como se afirmaba. El ejemplo más reciente es la junta militar en Egipto: Sólo puede mantenerse en el poder gracias al apoyo financiero y militar de los Estados Unidos. Y por cierto ha sido durante décadas Arabia Saudita, una de las dictaduras más atrasadas de la tierra, el aliado más estrecho de los EE.UU. en el Oriente Medio.
El sistema se ha independizado hace mucho
A lo largo de sus más de cien años de historia, la industria financiera de Estados Unidos ha creado un aparato enorme para poder ejercer su poder sobre todos los aspectos de la sociedad americana. Domina todos los mercados, el complejo militar-industrial, los medios de comunicación y la política.
Las elecciones sirven dentro de este sistema tan sólo para mantener la fe del pueblo estadounidense en la creencia errónea de que tienen algo que decir en la definición de su propio destino. El tan nombrado conflicto entre demócratas y republicanos se manifiesta al mirarse de cerca como un método efectivo desde hace décadas para capturar las tendencias críticas dentro de la población y por lo tanto evitar una ruptura política en un amplio sector de la población.
Exactamente dicho mecanismo ha podido observarse en las pasadas elecciones con el ejemplo de Bernie Sanders: tal y como han demostrado los correos electrónicos publicados por Wikileaks, Sanders sirvió desde el principio en la campaña electoral para recuperar aquellos votantes que querían darle la espalda al Partido Demócrata y –tras acordar previamente su retirada con la dirección del partido- presentar a Hillary Clinton, que había sido objeto de duros ataques por Sanders en la campaña, como un "mal menor".
Al igual que Sanders, Trump centró su "campaña electoral" en el deseo de protestar de la población, fruto de un profundo descontento popular, con la diferencia de que en lugar de centrarse en una vía supuestamente socialista como hizo Sanders, se centró en una nacionalista ("Make America great again!", "¡Volver a hacer grande a Estados Unidos!"), y al hacerlo repetía incesantemente iba a "luchar contra el establishment".
Muchos observadores superficiales creyeron por eso que el tiburón inmobiliario multimillonario quería "secar la ciénaga de Washington" de verdad. Dicha transformación, sin embargo, es algo tan realista como la cuadratura del círculo: significaría que la industria financiera de Estados Unidos se habría quedado mirando con los brazos cruzados tras de cien años de la dictadura ilimitada, como su poder se les escapa por la vía parlamentaria...
El mandato de Trump estará marcado por la decadencia de EEUU
Entre tanto, Donald Trump ha puesto de manifiesto que será un presidente que se basará más que cualquiera de sus predecesores en la industria financiera y los militares para el ejercicio del poder. Esto no es casualidad, ya que Trump asume el cargo en un momento de problemas monumentales que empeoran de forma continua y se dirigen con la lógica inexorable hacia un Crash del sistema financiero y el fin de la dominación global del dólar.
Desde el colapso de Lehman Brothers a raíz de la crisis de hipotecas subprime, el sistema financiero mundial sólo se mantiene en pie gracias a las manipulaciones de la Reserva Federal y otros bancos centrales, de un nivel sin precedentes históricos. Desde 2008, los bancos centrales han imprimido dinero por valor de varios dígitos de billones de dólares y han bajado más de 670 veces los tipos de interés.
Estas medidas no tienen, como se supone, la intención de facilitar la recuperación de la economía real. El dinero se ha empleado casi exclusivamente en la especulación financiera y en generar burbujas gigantescas en los mercados de bonos, acciones y bienes raíces. Los inversores conservadores han asumido riesgos mayores que nunca debido a las bajas tasas de interés, y muchos bancos de importancia sistémica en el mundo sólo se mantienen a flote de manera artificial, el sistema es más frágil que nunca.
Con una deuda pública de casi 20 billones de dólares lo que espera a la clase trabajadora de EEUU no es la recuperación prometida por Trump con puestos de trabajo bien pagados, sino la austeridad con recortes drásticos de todo tipo. Una vez la inflación afecte a la economía real se harán visibles las consecuencias de que 60% de los estadounidenses no tienen más de 1.000 ahorrados. Si Trump, como ha anunciado, pone en marcha además recortes de impuestos para los muy ricos, EEUU vivirá graves conflictos sociales.
Precisamente en ese momento se verá por qué el establishment de Estados Unidos, que durante mucho tiempo apoyó a Hillary Clinton, en la etapa final de la campaña electoral pasó a apoyar a Trump: para reprimir la explosión social inevitable provocada por el desarrollo actual del sistema financiero hace falta en primer lugar un gobierno que distraiga de los verdaderos culpables de Wall Street y presente como cabeza de turco a las minorías –algo que ya ha recomendado Trump, entre otras cosas con sus ataques contra los musulmanes durante la campaña electoral. Si eso no funciona, se necesita un gobierno al estilo de las dictaduras latinoamericanas, que solucione la cuestión social mediante el uso de la violencia -es decir, un gabinete como el de Donald Trump, en el que el área de la "seguridad nacional" se ha puesto directamente en las manos de los militares.