domingo, 30 de agosto de 2015

'PRISMA' 3


CONTENIDO

¿Islamismo al servicio de Occidente? (DOSSIER)
- Traducción del documento de la DIA (Defense Intelligence Agency)
- «Turquía, el ISIS y la lucha por el control de Oriente Medio», por Rabioso
- «De El Salvador a Irak: El hombre de Washington detrás de los escuadrones de la muerte», por Asad AbuKhalil (21/05/2013)
- «La Opción Salvadoreña para Siria», por Michel Chossudovsky (Global Research, 19-09-2013)
- «Terrorismo británico en Irak», por Elias Akleh (Global Research, 30-09-2005)
- «La pieza que falta: Israel y los escuadrones de la muerte», por Rabioso
- «Como apoyó EEUU al ISIS en Siria e Irak», por Seumas Milne (The Guardian, 3 de junio de 2015)
- «¿Está Turquía detrás del ISIS?»
- «25 cosas sobre ISIS y Al-Qaeda que no quieren que sepas», por Michel Chossudovsky, (Nueva Tribuna, 26-05-2015)
- «TODO ES MENTIRA: Análisis de la la llamada "revolución" en el Kurdistán sirio, y el papel del PKK y sus comparsas, comparando la realidad con la retórica», por Anarchist Federation (Diciembre 2014)
- «Planes para redibujar Oriente Medio», por Mahdi Darius Nazemroaya (Global Research, 11-2006 / 19-05-2015)
«Porqué se diagnostica el antiautoritarismo como enfermedad mental», por Bruce Levine (26-02-2012)
- «KIPP, escuelas privadas para disciplinar a los pobres en EEUU»
«La participación de los psicólogos en la tortura», por Frank Summers (16-12-2014)
- «¿Quién está loco ahora? El apoyo de los psicólogos de EEUU a la tortura»
«La guerra atlántica», por Heterodoxia (03-10-2011)
«Recuerdos de mis padres y la guerra», por Vladimir Putin (09-05-2015)
«Mandos militares de EEUU planean llevar a cabo ataques nucleares contra Rusia», por Niles Williamson (Global Research, 05-06-2015)
«Irlanda se aleja de la Iglesia Católica», por Daniel Cela
«Encubriendo a los criminales hasta el final», por Julio Reyero
Lo que quieren que olvidemos: «Bolivia, 2001. La Guerra del agua»


 Podéis pedirlo en nuestro correo:

 O descargarlo directamente desde nuestra cuenta en Scribd:

sábado, 22 de agosto de 2015

REEDICIÓN DE LA REVISTA 'AMOR Y RABIA' Nº 3


Junto al nuevo número de nuestra circular PRISMA (que en breve podréis obtener) hemos puesto a vuestra disposición el número 3 de la revista AMOR Y RABIA (de febrero 1996), disponible en nuestra cuenta Scribd…

Consistente en una colección de viñetas que cuestionan y critican la farsa electoral. En el Editorial de ese número se puso este texto que aquí os reproducimos:



La falacia de la democracia representativa
Una vez más los que a sí mismos se denominan representantes de la voluntad popular solicitan de sus súbditos ese supremo acto de sumisión que es el voto, pieza clave de la democracia formal. De nuevo todo está dispuesto para que las masas den cuerda a la enmohecida maquinaria del sistema parlamentario, que, a pesar de contar con más de dos siglos de antigüedad, sigue dando muestras de una ilimitada capacidad para el engaño como todo sistema de dominación que aspire a perpetuarse. Sólo que esta vez hay que contar con el agravante de que el gobierno que salga de las urnas el próximo 3 de marzo tendrá como objetivo prioritario profundizar en la política de destrucción del estado de bienestar dictada por los círculos financieros internacionales.

Así pues, el grupo libertario AMOR Y RABIA nos vemos en la necesidad de denunciar el sistema representativo por pseudodemocrático y autoritario. Y ello es así porque, en primer lugar, se basa en la absurda idea de que el pueblo es soberano pero, al mismo tiempo, está obligado a delegar su poder de decisión en un puñado de políticos con las manos libres para actuar en contra de los deseos de sus representados, por lo cual el pueblo pierde dicho carácter soberano, y, en segundo lugar, porque es en realidad el poder económico el que, desde la sombra, cambia los gobiernos según sus intereses. Así, las élites capitalistas, gracias a su absoluto control sobre los medios informativos, moldean la opinión para asegurarse de que los/as ciudadanos/as cumplen su función dentro del sistema, que no es otra que la de ratificar por medio del voto a la opción «adecuada» las decisiones que provienen de las altas esferas. No nos parece, pues, que desde dentro del sistema parlamentario se pueda generar ninguna transformación social profunda.

Por otra parte, opinamos que es errónea la afirmación de que el pueblo a través del voto expresa su libre voluntad, ya que significa adjudicar una voluntad libre a quienes han sido manipulados/as desde su infancia por instituciones represivas como la familia, la iglesia, la escuela, etc., las cuales impiden el desarrollo de la conciencia crítica necesaria para la toma de decisiones. De ahí que el individuo contemporáneo prefiera desentenderse de todo mediante el voto antes que perder el miedo a la libertad y autogestionar su propia existencia.

Ante este desolador panorama, AMOR Y RABIA propugna una alternativa libertaria al actual sistema, alternativa que estaría caracterizada, en lo político, por un sistema de democracia directa basada en el asambleísmo (nunca en el principio de representatividad) y el federalismo, en lo económico, por la socialización de los medios de producción y distribución de la riqueza según la máxima «de cada cual según su capacidad y a cada cual según su necesidad», y en lo social, por la consecución de una sociedad antiautoritaria y solidaria que genere individuos con auténtica conciencia crítica.

Por todo ello, AMOR Y RABIA te exhorta a que no temas por tu propia libertad, a que no participes en la farsa electoral y a que te organices para luchar por la democracia directa, es decir, por la Anarquía. Recuerda que la libertad no consiste en poder elegir los amos sino en no tenerlos.
¡POR LA ANARQUÍA, ABSTENCIÓN ACTIVA!


sábado, 8 de agosto de 2015

OPINIONES Y RECUERDOS DE RAMÓN J. SENDER

       [Extracto del libro de Marcelino C. Peñuelas Conversaciones con R.J. Sender (1970), incluido en el número 26 de nuestra revista AMOR Y RABIA publicado en septiembre de 1996.]

EN MADRID, A LOS DIECISIETE AÑOS. ESTUDIOS. PRIVACIONES

—Háblame de ti… Algo de tu adolescencia.
—Me escapé de casa a los diecisiete años. Había peleado con mi padre y me escapé de casa. Y desde el mes de marzo de 1918 hasta mayo o junio estuve sin domicilio en Madrid. Dormía en el Retiro, en un banco. Toda mi hacienda consistía en un peine y un cepillo de dientes. Como aún no tenía barba no necesitaba afeitarme. Me lavaba en una fuente renacentista de mármol que estaba en el Retiro, en lo que entonces se llamaba la Hoya, cerca de la puerta de la calle de Alfonso XII. Y en las duchas del Ateneo, a donde iba diariamente a escribir cartas, artículos y cuentos. Porque aunque parezca extraño vivía de la pluma. No me daba para domicilio, pero sí para alimentarme.

—Lo pasarías muy mal. ¿Comías lo suficiente?
—Pues, hombre… La prueba es que sobreviví.

—Por entonces asistías a la Facultad de Letras, ¿no?
—Era el primer año que fui a la universidad. Fue el año de la gripe, el de la famosa epidemia europea. Y se cerraron las universidades desde el mes de enero hasta fin de curso por la gripe.

ÉPOCA DE LA MONARQUÍA Y LA REPÚBLICA

—Dime algún recuerdo concreto de los tiempos de la conspiración contra la monarquía.
—Pues hombre… Hacia 1930 andábamos en conspiraciones y tuve algún incidente con Alcalá Zamora. Recuerdo una noche en su casa del Paseo del Cisne. Habíamos discutido antes, aunque nunca en el terreno personal. Aquella noche yo representaba a algunos grupos de acción. Solíamos ponerle condiciones en nombre de los sindicatos y teníamos con él autoridad porque éramos los que hacíamos las cosas. Pero nos tenía recelo y miedo. Digo miedo político. Aquella noche, con la mano abierta en el aire, me dijo: «No me pidan ustedes nada, porque…» Y comenzó a hacer consideraciones jurídico-morales de esas en las que suelen abundar los abogados-políticos. Yo le interrumpí diciendo: «Pero señor Alcalá Zamora, lo único que le vamos a pedir nosotros cuando quede implantada la república es que nos blanquee las celdas de las cárceles, porque nos van a meter ustedes allí otra vez.»

—¿Qué era entonces Alcalá Zamora?
Presidente de un comité republicano…

—Y tú serias muy joven entonces.
Pues no sé… Tendría unos veintisiete años.

—¿Pertenecías a algún partido o grupo?
—No, a la Confederación Nacional del Trabajo (CNT). Yo era un elemento de enlace entre la Federación Local de Sindicatos de Madrid y la Confederación Regional de Cataluña. Más de una vez se ha hecho una huelga general en Cataluña con la orden que yo telefoneaba por clave. La recibía Progreso Alfarache, secretario entonces de Solidaridad Obrera, cuyo director era Peiró. Ya murieron los dos. A Peiró lo fusilaron en Valencia y Progreso Alfarache murió hace poco en México.

—Te meterías en muchos líos. ¿Cuántas veces estuviste en la cárcel?
—¡Oh! Una sola. Aprendí pronto los tientos de la conspiración y no me volvieron a atrapar.

—¿Cuánto tiempo estuviste en la cárcel?
—Unos tres meses…

—Por entonces escribiste Imán, ¿no? Yo he oído decir que lo escribiste en la cárcel.
—No, no. Eso sería romántico, pero tampoco es verdad. Lo escribí después de salir de la cárcel.

—Tú no perteneciste entonces a ningún partido político…
—No, nunca.

—Pero te atraía algo, en términos generales, el socialismo ruso, ¿no?
—Sí. En aquella época… Durante algo más de un año estuve trabajando muy cerca de ellos, casi como si fuera miembro del partido. Pero no lo fui nunca. ¿Cómo podría serlo?

—Te repugnaría, naturalmente, el régimen totalitario.
—No había nada de veras revolucionario en ellos. Ni siquiera marxista. En su acción revolucionaria la Confederación Nacional del Trabajo era más marxista que ellos. Cuando me di cuenta de eso me decepcioné. Ellos ya lo esperaban.

—Luego, con la República…
—En el tiempo al que me refiero había venido ya. Los dirigentes de la República eran muy débiles y cuando probaban a ser fuertes actuaban contra el pueblo. Se debía a que la mayor parte habían sido educados bajo la monarquía y trataron de ser ministros con el rey. Alcalá Zamora lo fue. Azaña lo habría sido si hubieran ofrecido el poder a su partido reformista.

—No tenían, según tú, nada de revolucionarios.
—No, nada.

—¿No se salva nadie, en tu opinión?
—Nadie.

CASAS VIEJAS

—Lo de Casas Viejas, tu reportaje de los incidentes, fue una especie de «yo acuso», ¿no?
—Sí. Eso costó a Azaña el poder. Tuvieron que dimitir y vinieron los de Lerroux. Luego, en sus círculos, me acusaban a mí, como si yo fuera el culpable.

—Al parecer tu denuncia trajo serias repercusiones políticas.
—Se publicó primero en crónicas en La Libertad, y luego en un libro. Yo intervine involuntariamente en el declinar republicano al denunciar los hechos de Casas Viejas con pelos y señales. Por cierto, jugándome la piel, porque fui a Casas Viejas y los reaccionarios querían incendiar la casa donde dormía. La guardia civil, que en aquel desventurado episodio se condujo noblemente, me respetó y protegió. No habían tenido parte en la represión, que fue cosa de los guardias de asalto. Debo hablar bien de la guardia civil, y lo hago con gusto. Yo denuncié los hechos, como te digo. Se levantó una gran polvareda y el gobierno de Azaña tuvo que dimitir. La verdad es que una república que era capaz de hacer lo de Casas Viejas no podía sobrevivir.

—¿A qué crees tú que se debieron los errores fundamentales de los políticos republicanos?
—Eran casi todos hombres de estructura monárquica y tradicionalista, como te he dicho, y habrían sido buenos ministros con el rey.

LA GUERRA CIVIL

—Tu mujer murió al principio de la guerra, según dices en Contraataque.
—A mi mujer la fusilaron, en Zamora, el 10 de octubre del año 1936. Yo me enteré de esto en enero de 1937, cuando me trajeron la noticia. Al quedar mis hijos desamparados en Zamora quise ir a recogerlos, el gobierno me dio permiso y fui a Francia.


SENDER Y EL ANARQUISMO

—En tu juventud sentías gran simpatía por el anarquismo, ¿no?
—Sí, desde muy joven, desde casi la adolescencia. En España, el que a los veinte años no es anarquista es que es tonto. Yo admiraba a algunos anarquistas, Ascaso, Durruti, Escartín, que era muy amigo mío, y algunos otros. Hacían cosas esplendidas.

—Había, al parecer, algo místico en ese anarquismo, a pesar de la violencia, ¿no es verdad?
—Sí, desde luego. Mi grupo anarquista, por ejemplo, que se llamaba «Espartaco», estaba formado por gente muy buena. Éramos siete, y seis han muerto ya, algunos en acción, uno como comunista, pero los otros todos como anarquistas. Yo soy el único superviviente, y la verdad, no comprendo cómo he sobrevivido, porque he arriesgado la piel muchas veces.

—¿Qué edad tenías entonces?
—Unos veintisiete años, al final de la Dictadura. Entonces yo comenzaba a sentirme decepcionado por la falta de sentido práctico de los anarquistas. Había una desproporción tremenda entre el heroísmo que derrochaban y la falta de eficacia de lo que conseguían.

—¿Te separaste del grupo anarquista porque no estabas de acuerdo con la violencia, con los asaltos de bancos y demás?
—¡Oh, no! Eso no. Con eso estuve siempre de acuerdo. Yo creo que cuando un régimen es despótico, como la monarquía de entonces, el único recurso que queda es la acción violenta. De modo que eso me parecía bien. Y yo continuaba cerca de Solidaridad Obrera y de la CNT. Más tarde me acerqué a los comunistas. Pero la aproximación duró poco.

—¿Cuándo comenzaste a separarte, a distanciarte, de los comunistas?
—De los comunistas, inmediatamente de comenzar la guerra. Yo vi que empezaban a matar trotskistas, y los trotskistas eran amigos míos, gente mejor que ellos. Y no eran trotskistas, realmente. Era gente del POUM, el Partido Obrero de Unificación Marxista de Cataluña, que la gente decía eran trotskistas, pero se habían distanciado ya de Trotski. Yo hablé con Trotski de eso más tarde, en México, y Trotski hablaba mal de ellos. Trotski era un pedante de la revolución, un académico de la revolución, que no había salido todavía del año 17, de octubre de mil novecientos diecisiete. Y era de una vanidad pequeño-burguesa increíble. Eso es lo que le perdió y le causó la muerte, porque tenía dos o tres aduladores alrededor que le llamaban ‘maestro’, y él se abandonaba y confiaba. Recuerdo la primera vez que estuve con Trotski. Él había leído libros míos en ruso, lo que demuestra que era un buen político a quien no le pasaba desapercibido nada. El primer día que hablé con él me preguntó quién era el autor del prólogo de uno de mis libros, cómo pensaba, cómo vivía, etc. Y estaba tomando notas. Porque vio por la manera de escribir que no era un adicto incondicional de Stalin.

—Entonces vino la época de la sangrienta persecución de que hablas de forma bastante clara en Ariadna, ¿no?
—Sí. Yo siempre he tenido amigos cerca de los sitios clave. Y en esa ocasión, como más tarde en México y hasta en Nueva York, no faltaba alguien que viniera a avisarme. Y me dijeron que había una lista con nombres de personas que consideraban enemigos irreconciliables de Stalin. En esa lista estaba yo. Y claro, yo planteé la cosa un día que atrapé a tres o cuatro juntos en el Quinto Regimiento, entre ellos a… Bueno, no quiero decir nombres. Planteé la cosa directamente. Y me salvé un poco de milagro. Y se salvó un escritor cuyo nombre no digo porque vive todavía, a quien se quisieron cargar. Hubo cosas siniestras. Lo curioso es que toda aquella gente que iba a eliminarnos a nosotros, a los intelectuales discrepantes, a todos, sin una sola excepción, los fusilaron al volver a Rusia. Pobre gente. Stalin decidió que eran peligrosos porque llevaban consigo costumbres occidentales y tenían secretos sobre su política. Stalin era un paranoico.

—Pero tú, en vez de disimular y escurrir el bulto, has escrito en Los cinco libros de Ariadna cosas tremendas del terrorismo comunista. Lo has dicho todo. ¿No te ha ocasionado eso ningún peligro?
—Pequeñas molestias. Cuando doy conferencias públicas, siempre hay en la última fila cinco o seis burócratas que van a tratar de confundirme. Hablan entre sí, me miran y sonríen, ríen a carcajadas… La primera vez me impresionó un poco. Pero después ya sé lo que pasa y no me inmuta. Es un truco femenino del cual ya habla el Arcipreste de Talavera en el Corbacho… Que hagan ahora burócratas del Partido Comunista lo mismo que hacían las mujeres de tiempos del Arcipreste de Talavera no es muy revolucionario que digamos. Pero así es todo. Espero que un día me dejen en paz. Las cosas hoy van cambiando.

—El acontecimiento que más influencia ha tenido en tu vida ha sido la guerra civil, ¿no es así? Bueno, eso es natural. Pero ¿crees que después de la guerra has cambiado de dirección, que escribes de forma distinta?
—Dejé de escribir una literatura de combate inmediato para escribir una literatura, por decirlo de un modo un poco absurdo, de iluminación.

—Desde luego, en un nivel social. ¿Con ramificaciones políticas?
—No. No creo. Yo no he estado nunca en ningún partido.

—Ramificaciones políticas en el sentido más amplio de la palabra.
—No. Lo político es lo que se puede referir a los intereses de un partido que busca el poder. Y no hay nada de eso.

—Pero yo usaba el término en un sentido mucho más amplio.
—No lo veo. Lo político es lo político.