domingo, 30 de noviembre de 2014

CENTENARIO DE LA MUERTE DE ANSELMO LORENZO

 

    [Ya que hoy se cumple el centenario del fallecimiento de Anselmo Lorenzo («el abuelo» como cariñosamente le conocían)... Y aprovechando las fechas del pasado referéndum catalán, lo recordaremos con un texto que forma parte del Capítulo Octavo de la Segunda Parte de su libro El proletariado militante, sobre una reunión en Barcelona, para refundar la Internacional en España tras la expulsión de Bakunin, y su experiencia con el sentimiento nacional de los catalanes. Tan absurdo, condenable y pueril es el antiespañolismo de unos como el anticatalanismo de otros.]


La reunión se celebró en el salón de un café de la calle del Parlamento. Acudió numerosa representación, la mayoría simulada y falsa, puesto que se averiguó que había representantes de sociedades que no existían, y aunque no pudo celebrarse la conferencia intentada a causa de las numerosas protestas, los promovedores del acto consiguieron en parte su objeto: la división de los trabajadores en dos tendencias opuestas y la manifestación de existencia de un núcleo para la continuación de su obra, mayor que lo que habían presumido.

En los trabajos a que dio lugar aquel episodio me tocó una buena parte; y aun la circunstancia de ser castellano, como llaman generalmente los catalanes a todo español, que no ha nacido en Cataluña, sirvió para acentuar el carácter anti-internacional del regionalismo o patriotismo de campanario que animaba a aquellos trabajadores, ya que en el odio que mi contrariedad a sus propósitos les producía mi intervención, se mezclaba la antipatía que sentían por ser forastero.

Creo rendir tributo a la verdad exponiendo a este propósito un pensamiento que manifesté al director de El Liberal, de Barcelona, publicado en 13 de abril de 1905:

 «Hay no pocos jóvenes que valdrían mucho si no hubieran nacido en Cataluña, porque refrenando su inteligencia, habrían llegado a las cumbres del ideal, sin empequeñecerla con el idioma catalán, la frontera catalana y el odio a Castilla. Muchos de esos jóvenes son anarquistas, superhombres, necios que no sirven para nada; el catalanismo les inutiliza para la vida intelectual. Hay muchos trabajadores que se llaman anarquistas por moda; muchos desequilibrados que se lo dicen y sólo son perturbadores.»

Y si entre la juventud burguesa existe esa plaga, no está enteramente exenta de ella la proletaria. De ello podría aducir pruebas presentando algún dato en demostración de que en algunos casos mis compañeros anarquistas catalanes me han manifestado que no olvidaban que yo había nacido al otro lado del Ebro.

No insistiré sobre el asunto, pero ahí queda al apunte como dato para la historia que seguramente apoyarían muchos castellanos residentes en Cataluña.

Las circunstancias excepcionales en que se hallaba el proletariado español a consecuencia de la reacción dominante por la Restauración, hicieron imposible el funcionamiento de la Federación Regional tal como quedó reformada por el Congreso de 1874.

Anselmo Lorenzo
(1841-1914)

domingo, 16 de noviembre de 2014

EN RESUMEN, EL TEXTO «EL MAIDÁN CATALÁN...» DICE LO SIGUIENTE

Pinchar aquí para acceder al artículo original.

1) El proceso soberanista se pone en marcha para acallar las protestas que se extendían en Cataluña en 2011 y al mismo tiempo dar un margen de maniobra a la Generalitat, con el agua el cuello tras la crisis de 2008/9 y el desastre de los «bonos patrióticos».

2) Los parecidos entre el movimiento soberanista catalán y el EuroMaidán pro-europeo en Ucrania son enormes, en sus rasgos básicos: prometer la luna, evitar movilizaciones contra la realidad económica y sus responsables, y buscar una cabeza de turco (allí Rusia, aquí España). La violencia extrema que caracterizó el EuroMaidán ucraniano y con la que se buscaba derribar al Gobierno no existe en Cataluña debido a que los partidos soberanistas SON el Gobierno.

3) La encuesta busca apretar el acelerador ante los crecientes avances de PODEMOS, que es la expresión política del movimiento 15M que se aplastó en Cataluña primero mediante represión y luego con la imposición del monotema soberanista como eje de la política catalana, convirtiendo el modelo liberal en el «elefante en la habitación» que debería de ser el centro de los debates pero del que nadie habla.

4) El fracaso en el referéndum/consulta/llámalo X, según los mismos datos de sus organizadores, demuestran que pese a todos el aparato político-mediático el nacionalismo/independentismo ha tocado techo, quedando su influencia reducida a las zonas rurales amenazadas de despoblación, mientras las urbanas han demostrado un desinterés total. Al mismo tiempo, PODEMOS está creciendo en las encuestas de manera exponencial, y amenaza con acabar con el «oasis catalán», motivo por el cual Mas, carente de otros argumentos y que ve en PODEMOS una resurrección del movimiento 15M que hizo tambalearse al sistema político catalán, ha de continuar su estrategia de la tensión al carecer de respuestas ante la recesión/crisis que se avecina.

5) El independentismo lo único que ha logrado hasta ahora es para convertir posibles focos peligrosos para el sistema creado en la Transición en zonas que giran en torno al monotema de la bandera mientras la oligarquía local puede poner en marcha el modelo neoliberal sin problemas. El apoyo de la izquierda radical al soberanismo es, por tanto, lo más parecido al canibalismo en la política.

Colectivo Editorial Amor y Rabia

sábado, 15 de noviembre de 2014

EL PROGRESO DE LA HUMANIDAD

  
 [Este texto de E. Reclus ha sido extraído del número 51 de nuestra revista Amor y Rabia (enero de 1999), en la cual E. Reclus nos defiende la aspiración universal del ideal ácrata: nuestra gran patria es toda la Tierra y nuestra gran familia es la Humanidad entera. Algo que algunos 'libertarios' de hoy día todavía no tienen muy claro.]


Y sin embargo, en nuestros días el sentimentalismo humanitario está en baja; todos nuestros grandes escritores, todos los hombres de Estado derrochan ingenio a expensas de esa pobre sentimentalidad, debido a que la segunda mitad del siglo XIX ha sido fértil en enseñanzas relativas a las formas que a veces toma el progreso. Los revolucionarios de 1848 lanzaron con brillo particular la palabra «humanidad», pero aquellas buenas gentes, en su profunda ignorancia, no tenían idea alguna de las dificultades que habían de encontrar a su propaganda, y fue muy fácil ridiculizarlos después de la derrota. Vino después la Guerra Franco-Prusiana, que elevó a la cúspide de la gloria la política bismarckiana, floreciente en la sentimental Alemania. Se puso empeño en copiar, aunque con general incapacidad, la manera de obrar del Canciller de Hierro, cuya sombra reina aún sobre nosotros. A la libertad de Grecia y de las Dos Sicilias, a las aclamaciones que saludaron un Byron, un Kossuth, un Garibaldi, un Herzen, ha sucedido la conducta más prudente ante las carnicerías de Armenia, las matanzas del África austral y los pogromos de Rusia. En todos los países de Occidente domina un ardiente nacionalismo, y en general las fronteras se han reforzado desde hace cincuenta años. Hemos visto también, en la Gran Bretaña, la idea republicana, que reunía muchos partidarios antes de 1870, borrarse poco a poco de la política corriente, y lo mismo sucede en todos los países civilizados respecto de las «utopías» más generosas. Habría motivo para desanimarse considerando esas evoluciones innegables como retrocesos definitivos, si se perdiera de vista la investigación de las causas; pero cuando se ha comprendido el funcionamiento de esas reacciones, no puede conservarse la menor duda de que ha de resonar nuevamente el grito de «humanidad» cuando los «humillados y ofendidos», que no ha dejado de pronunciarse entre sí, se hayan asimilado un perfecto conocimiento científico; cuando hayan adquirido una mayor destreza en su inteligencia internacional, se sentirán bastante fuertes hasta impedir para siempre toda amenaza de guerra.

Por graves, por llenas de peligros que puedan ser en sus detalles las discusiones entre los gobiernos rivales, esas disputas, aún seguidas de guerras, no pueden tener consecuencias análogas a las de las luchas de otros tiempos que hicieron desaparecer los hititas, los elamitas, los sumerios y acadios, los asirios, los persas y, antes que ellos, tantas civilizaciones cuyos nombres hasta nos son desconocidos. En realidad, todas las naciones, incluso las que se tienen por enemigas, constituyen, a pesar de sus jefes y de las supervivencias de odios, una sola nación cuyos progresos locales reaccionan sobre el conjunto y constituyen un progreso general. Los que el «filósofo desconocido» del siglo XVIII llamaba los «hombres de deseo», es decir, los que quieren el bien y trabajan para realizarlo, son ya muy numerosos y bastante activos y armoniosamente agrupados en una nación moral para que su obra de progreso se sobreponga a los elementos de retroceso y de disociación que producen los odios supervivientes.

A esa nación nueva, compuesta de individuos libres, independientes los unos de los otros, pero tanto más amantes y solidarios; a esa humanidad en formación hay que dirigirse para la propaganda de todas las ideas que parecen justas y renovadoras. La gran patria se ha ensanchado hasta las antípodas, y como tiene conciencia de sí misma, siente la necesidad de darse una lengua común: no basta que los nuevos conciudadanos se adivinen de un extremo a otro del mundo, es preciso que se comprendan plenamente, pudiendo deducirse en conclusión y con toda certidumbre que el lenguaje deseado verá la luz: todo ideal fuertemente deseado se realiza.

Esta unión espontánea de los hombres de buena voluntad por encima de las fronteras, quita todo valor directivo a las «leyes», falsamente denominadas, que se han deducido de la evolución anterior de la historia y que, no obstante, merecen ser clasificadas en la memoria de los hombres como habiendo tenido su verdad relativa.


Elisée Reclus
(1905)

miércoles, 12 de noviembre de 2014

EL MAIDÁN CATALÁN ¿NACIONALISMO O REVOLUCIÓN?


La consulta soberanista catalana del 9-N, pese a resultar un fracaso relativo para el independentismo debido a la baja asistencia, confirma nuevamente que pese a la dureza de la crisis económica que azota Cataluña no existe hoy día organización alguna capaz de anteponer los intereses de la población a los de la «nación» catalana. Desgraciadamente, el movimiento libertario en Cataluña parece estar más interesado en adaptar sus estructuras al nacionalismo imperante que a denunciar de manera activa el proceso soberanista catalán desde la perspectiva anarquista.

10 noviembre 2014

Un detalle que puede parecer insignificante de la consulta soberanista catalana del 9-N es la decisión del Gobierno catalán de encargar la fabricación de las urnas (en realidad meras cajas de cartón) a los presos de la cárcel de Lérida para ahorrar costes. Esta decisión no es más que un reflejo de la ideología neoliberal del gobierno autónomo de Artur Mas, que se ha caracterizado por llevar a cabo los mayores recortes en gastos sociales de toda España. Sin embargo, pese a sus políticas antisociales y las más que fundadas sospechas de que una corrupción generalizada (el «3%») es la base del modelo político imperante en Cataluña, la movilización de la izquierda es prácticamente inexistente. Por algo se califica de «oasis catalán» al modelo político imperante debido a la falta de contestación social desde la (auto)destrucción de la CNT en la Transición.

El origen de esta asombrosa pasividad de la izquierda catalana está en la reacción del establishment político-económico catalán a la crisis de 2007/2008, la mayor amenaza que ha tenido que hacer frente desde el fin del franquismo. Para impedir el derrumbe de un sector bancario endeudado hasta las cejas se llevaron a cabo ingentes inyecciones de capital público, una medida que afectó especialmente a Cataluña, que ha recibido nada menos que 1/3 de las ayudas del Gobierno central pese a representar 1/4 de la economía española. Siguiendo el modelo económico neoliberal, mientras el 1% de la población pudo salvar su patrimonio e incluso duplicarlo durante la crisis gracias a las ayudas del Estado, la inmensa mayoría de la población tuvo que pagar el coste del ajuste mediante una dramática caída de su nivel de vida. Una nueva oleada de privatizaciones que amenaza la educación y la sanidad, el hundimiento de los sueldos y las pensiones y un aumento drástico del paro han sido el reflejo de estas políticas neoliberales.

El peligro de las protestas sociales. En 2011, las protestas de los Indignados del movimiento 15M se generalizaron en Cataluña. La ocupación de la Plaza Catalunya y el bloqueo del Parlamento catalán obligó a que parte del gobierno autonómico utilizase helicópteros para entrar en el edificio, dieron lugar a reacciones histéricas como las del líder de ERC («vayan a mearse y a insultar» a España). Incapaces de responder a las protestas, el gobierno nacionalista disolvió las protestas mediante una brutal represión que provocó más de 100 heridos. El «oasis catalán» estaba en peligro.

Al principio hubo una abierta resistencia a esta injusticia, llegándose al clímax en 2011 cuando, para evitar a los manifestantes del movimiento de base indignados/15M, muchos miembros del Parlamento catalán utilizaron helicópteros para acceder al recinto. Los principales representantes del «bloque soberanista», ERC y CiU, acusaron rápidamente a los manifestantes de «españoles», y los manifestantes no tardaron en ser aplastados mediante una brutal represión policial por «motivos de higiene y salubridad». Para el nacionalismo catalán el movimiento 15M era un peligro para su hegemonía monolítica de la política catalana, y para la oligarquía económica el discurso político del 15M, criticando los privilegios de la «casta» que representan, era un peligro a sus intereses económicos. Tras empeorar aún más la situación económica catalana ese mismo año al intentar obtener una financiación extra mediante la emisión de los llamados «bonos patrióticos» (que posteriormente tuvo que pagar el Gobierno central), el Gobierno catalán con el apoyo del nacionalismo independentista puso en marcha al año siguiente la campaña «Madrid/España nos roba» y tras organizar una Díada en 2012 con la mayor participación posible, puso en marcha la actual dinámica independentista. Una huida hacia adelante en estado puro. El Maidán nacionalista se encargó a partir de entonces de acallar las voces críticas con el modelo neoliberal, incluyendo el debate sobre el modelo económico del futuro «Estado catalán».

Pero el principal problema del gobierno autonómico de Mas no está Madrid sino su propia incompetencia, y buena muestra de ello es que mientras CiU era hegemónica en Cataluña, la élite nacionalista se enriquecía cobrando a cambio de permitir el cierre de empresas, aunque la desindustrialización es el principal problema de las regiones más desarrolladas en Occidente. Cataluña, la principal región industrial de España, sufre desde hace dos décadas como otras regiones similares en Europa una desindustrialización creciente y su conversión en una economía de servicios (que se destaca por los bajos salarios), consecuencias ambas del modelo neoliberal y la digitalización en marcha. La crisis financiera iniciada en 2007/8 provocó el estallido de la burbuja inmobiliaria española, añadiendo a esos problemas la desintegración de la banca catalana y el hundimiento del vital sector de la construcción, dejando además a buena parte de la población endeudada. La línea dura neoliberal basada en masivos recortes seguida por el gobierno regional de Mas, simbolizada por nombrar como responsable de sanidad al ex-jefe de la patronal de la Sanidad privada catalana, ha logrado evitar que la oligarquía/casta catalana haya resultado afectada por las consecuencias de la crisis financiera.

El nacionalismo, tumba de la lucha de clases. En la imagen, el diputado David Fernández, líder del partido de extrema izquierda CUP, votando en la consulta y a continuación abrazando a Artur Mas, líder de CiU, el partido organizador de la votación, representante del neoliberalismo puro y duro y de la oligarquía más rancia de Cataluña.

UN MAIDÁN EN MINIATURA

Para lograr que estas medidas no provocasen la lógica reacción de rechazo entre la población que las iba a sufrir, Mas puso en marcha el «desafío soberanista», consistente en echar la culpa de todos los males al Gobierno central, y amenazar con declarar de manera unilateral la independencia (la «vía de Kosovo») en caso de que el gobierno no acepte dar a Cataluña un régimen fiscal similar al de Euskadi o Navarra. Un análisis —de ninguna manera exhaustivo— de lo ocurrido desde entonces muestra la similitud con lo ocurrido con el EuroMaidán en Ucrania:

  — se asegura a la población que son un pueblo oprimido y que el origen de todos los problemas se encuentra en el exterior —«¡la culpa es de Madrid!»— se presenta a España como un peligro, especialmente el inexistente españolismo, y al mismo tiempo se lleva a cabo una tarea constante de desprecio hacia todo lo español siguiendo las pautas del racismo históricamente conocido de los nacionalismos regionales en España; dicho racismo se ha prolongado a la actualidad a partidos como CiU o ERC, y en los ambientes independentistas se extiende el uso de calificativos denigrantes y racistas hacia los habitantes del resto de España , a los que se acusa «colonos», como si fuesen parte de una conspiración de Madrid para colonizar Cataluña, cuando en realidad su llegada a Cataluña fue fruto de la falta de mano de obra, algo similar a lo que llevó a cabo Alemania en los 60 (este odio cerril hacia «el malo histórico» se lleva también a cabo en Ucrania, donde se acusa a Rusia de todos los males y se ha puesto en marcha una censura contra la cultura rusa prohibiéndose autores clásicos de la literatura rusa).

  — se impone un monopolio ideológico basado en el nacionalismo, según el cual quien no está con el Gobierno catalán es enemigo de Cataluña, contando para ello con el apoyo de los partidos «de izquierdas» como ICV o CUP, que lo justifican con la excusa de no querer poner en peligro «el proceso» (en Ucrania quien no apoye al gobierno golpista es acusado de ser prorruso y se promueve la ilegalización de partidos políticos).

El españolismo inexistente. Mientras en Cataluña se utiliza España como ente agresor y peligroso, las encuestas sociológicas demuestran que ese temible españolismo no existe: España es el único país donde la población tiene una mirada negativa sobre sí misma. Estos estudios confirman lo que hemos visto a lo largo del «desafío soberanista»: las llamadas a la unidad de España han sido la excepción, y los pocos intentos de movilizar en su defensa han acabado en una asistencia microscópica.

  — gracias al monopolio del nacionalismo en los medios de comunicación catalanes y el control del sistema educativo se difunde una visión victimista de la historia en base a lo ocurrido bajo el franquismo pese a haber acabado hace ya más de 35 años; al mismo tiempo se intenta impedir por todos los medios la puesta en marcha de un modelo bilingüe pese a que más de la mitad de la población tiene el español/castellano como idioma materno, y se desprecia desde las instituciones catalanas a quienes escriban en castellano (en Ucrania tras la «Revolución naranja» de 2004, organizada y financiada por Occidente, el servicio secreto y el Ministerio de Educación difundieron las tesis de los antiguos colaboracionistas nazis culpando a Rusia de haber llevado a cabo un genocidio planificado contra Ucrania —«Golodomor»—, y se prohibe el uso del ruso pese a que un 40% de la población tiene el ruso como idioma materno).

  — se asegura que la independencia convertirá a Cataluña en un paraíso en la tierra (aunque ERC reconoce que la Cataluña independiente tendrá problemas para pagar sueldos y pensiones), mientras se pone en práctica un brutal e innecesario ajuste social de corte neoliberal acusándose de ello al Gobierno central, y no se lleva a cabo debate alguno sobre el modelo social en el que se basaría dicho estado independiente, pese a que los que guían el proceso (CiU y ERC) han demostrado estar muy a gusto con el neoliberalismo y sus corruptelas, impidiendo que se investiguen en el Parlamento o permitiendo escándalos como los peajes (ídem en Ucrania, donde se lleva a cabo un salvaje programa de ajuste del FMI y encima se abandona el mercado ruso por imposición de Bruselas).

  — se garantiza el control del sistema político y económico de Cataluña por la misma rancia y corrupta oligarquía que prosperó bajo el Franquismo —Pujol incluido—; buena muestra del futuro de la oligarquía catalana en una supuesta independencia es que nadie intenta en serio investigar el escándalo del 3%, pese a que está claro que la autoinculpación de Jordi Pujol busca precisamente impedir que se investigue (en Ucrania, los oligarcas que supuestamente pretendía combatir el EuroMaidán han tomado el control del Gobierno, uno de ellos es presidente, otro jefe de Gobierno y otros han sido nombrados gobernadores regionales).

  — se afirma que una declaración unilateral de independencia no sería un problema; por ejemplo, se afirma que se seguiría perteneciendo a la UE (pese a las repetidas declaraciones de la Comisión Europea negándolo), se asegura que en caso contrario no obstante se seguiría en el Área Euro (sin explicar las consecuencias de usar una moneda sin controlarla) y, para colmo de disparates, nada menos que el líder de ERC Junqueras ha defendido combinar la nacionalidad catalana con seguir teniendo la nacionalidad española tras la independencia (en Ucrania, los golpistas pro-UE aseguraban también que la entrada en la UE, la eliminación del visado o una lluvia de subvenciones eran cosa segura; en realidad, ha ocurrido lo contrario: el visado sigue y no hay perspectivas de que desaparezca, la entrada en la UE sigue la pauta de Turquía —que espera entrar desde hace 40 años—, y la UE ya está harta de las constantes peticiones de dinero de Kiev).

TOCANDO TECHO: LA ENCUESTA Y EL FRACASO DE LA PARTICIPACIÓN


Los datos de la consulta catalana indican asimismo que el movimiento soberanista ha tocado techo: a pesar de un despliegue impresionante en los medios de comunicación a favor de participar en la consulta, así como el apoyo total de las instituciones y una movilización nunca vista por parte de los independentistas (40.000 voluntarios), el resultado ha sido lamentable: tan sólo ha acudido un 36% del censo, y eso a pesar de que se ha aumentado en casi un millón (de 5,4 a 6,3 millones) en número de votantes potenciales, al bajar la edad mínima a 16 años y permitir participar a extranjeros residentes en Cataluña y a los catalanes que residen en el extranjero (algo que no era posible en los referéndums de Quebec o Escocia).

Los mercados no creen en la independencia. Al día siguiente de la consulta del 9-N, el IBEX subió un 1,45%, a pesar de que la realización misma de la consulta es un desafío directo al gobierno central y una ruptura del orden constitucional, además de una amenaza para la futura estabilidad del país. O al menos en teoría: a diferencia del referéndum sobre la independencia de Escocia, la consulta catalana ha sido ignorada por los mercados y la prensa internacional.

Para hacerse una idea de la debacle tan solo hace falta comparar con las elecciones autonómicas de 2012, en las que participó el 69,56% del censo electoral, que tiene un millón menos de potenciales votantes que el censo inflado de la consulta. En realidad, no es la primera vez que los independentistas catalanes fracasan en sus intentos de utilizar una votación para dotarse de legitimidad. En 2006 pusieron en marcha el referéndum del Estatuto para desafiar al Tribunal Constitucional con el apoyo de una mayoría de la población catalana, pero el resultado fue un fracaso, al participar menos del 50% de la población; en total participó un 49% del censo, y un 73% votó a favor del nuevo Estatuto, es decir, un 38%.

El 9-N, pese al inmenso despliegue para lograr la mayor cantidad de votantes posibles, la participación ha sido menor, un mísero 36% pese a los trucos para ampliar el censo. En total, tan sólo un 28% a favor de la independencia, a pesar del voto juvenil, exiliado e inmigrante. Dicho de otra forma: en las elecciones al Parlamento catalán de 2012, las cuatro fuerzas impulsoras del proceso soberanista (CiU, ERC, ICV y CUP) lograron un total de 2.100.523 votos en un censo más pequeño. El 9-N, a pesar de la gigantesca campaña de movilización a favor de la consulta, la opción independentista/soberanista ha logrado tan sólo 1.861.753 votos, esto es, 250.000 menos. Los trucos utilizados para dar la impresión de una afluencia masiva a las urnas, incluyendo el habilitar un número de locales insuficiente, tan sólo 1.255 para un total de 6,3 millones de potenciales participantes.

De esta forma, puede decirse sin duda alguna, gracias sobre todo a que el gobierno central decidió no hacer nada para impedir la celebración de la consulta, que el soberanismo está perdiendo fuelle en Cataluña. Esto explica por qué la bolsa española no sólo no se ha hundido tras el 9-N, sino que ha subido nada menos que un 1,45%. Como comparación, valga recordar que el pánico en las bolsas ante los avances del independentismo escocés se reflejó en una caída del 1,3% del valor de la libra esterlina frente al dólar y la caída del valor en bolsa de alguna de las principales empresas inglesas. No puede decirse, por tanto, que la amenaza de Mas de declarar unilateralmente la independencia tenga la más mínima credibilidad entre los muy bien informados círculos económicos. En realidad, lo que más preocupa a los mercados actualmente no es Mas y el independentismo catalán, sino Podemos.

ESPERANDO A PODEMOS (Y LA PRÓXIMA CRISIS)


Como era de esperar, las medidas de corte neoliberal empleadas contra la crisis financiera no han solucionado nada, tan sólo han retrasado la implosión del modelo económico neoliberal a costa de convertir a las bolsas del mundo en verdaderos yonkis que dependen de las inyecciones de capital de los bancos centrales, y zombificar las entidades financieras, que al seguir lastradas con enormes deudas han dejado de ejercer su papel como suministradoras de crédito. Todo esto es consecuencia de la decisión de los estados y los bancos centrales de entregar sus reservas financieras endeudándose más allá del bien y del mal para hacer frente a la burbuja inmobiliaria y los productos financieros relacionados con ella.

Semejante política suicida ha debilitado enormemente al sistema económico global, y está en el origen de las crecientes tensiones geopolíticas que están provocando que el mundo esté amenazado de caer en una nueva Guerra Fría. Actualmente, el final de la política de QE (Quantitative Easing) por la Reserva Federal de EEUU ha acabado con las medidas puestas en marcha para impedir que la economía se hundiese en 2008/9. Aún no se conocen las consecuencias de dejar de subvencionar las bolsas mediante la inyección de inmensas cantidades de capital precisamente en el momento en que concluye un ciclo económico y se entra en la fase recesiva, pero está claro que tendrá consecuencias negativas (más bien nefastas) en el contexto actual, en el que se están dando pasos para formar bloques comerciales.

El número creciente de indicios de que el próximo ciclo recesivo será más profundo de lo normal, así como el hundimiento de las expectativas de crecimiento y las advertencias del FMI a este respecto no presagian nada bueno. Y todo esto ocurre en un momento en que la economía española está sumida en una profunda recesión (hay quien lo califica ya de depresión), con unos índices enormes de paro y una población endeudadísima cuyos ahorros se están agotando. Y a todo esto añadimos la pérdida de credibilidad del sistema político surgido en la Transición. En este contexto, las más que posibles protestas sociales cuya amplitud es difícil de pronosticar podrían acabar con el protagonismo el conflicto entre la oligarquía catalana y el Gobierno central.

La aparición de Podemos así como su ascenso meteórico en las encuestas en un reducidísimo espacio de tiempo ha dado lugar a un verdadero terremoto en el sistema político español. Todavía es pronto para saber qué se mueve detrás de las bambalinas del nuevo partido aún en proceso de formación, pero su decisión de crear un sindicato propio (Somos) deja claro que su objetivo es unir la mayor cantidad de fuerzas posibles estando presente en todos los espacios posibles de la estructura político-social. Al mismo tiempo, las intenciones de los líderes de Podemos es de eliminar aquellos conflictos que arrastra la política española desde la Transición. Un ejemplo de ello han sido las declaraciones de Pablo Iglesias, líder de Podemos, a favor de acabar de una vez con el siempre pendiente tema de los presos de ETA, una propuesta que es en realidad una bomba de profundidad que podría desactivar el principal medio de movilización actual del nacionalismo «radical» vasco, que ha perdido el rumbo desde su abandono de la lucha armada, y que permitiría sin duda a Podemos capitalizar el voto de protestas en Euskadi, donde ya tiene buenas perspectivas.

El ascenso imparable de Podemos y el principio del fin del sistema político creado en la Transición. La desintegración del sistema bancario y el endeudamiento sistemático de la población española ha hecho tambalearse los cimientos del sistema político creado tras la muerte de Franco. El «oasis catalán», controlado desde la Transición por una casta política que se envuelve en la senyera para asegurarse su hegemonía, podría derrumbarse bajo la presión combinada «entre Escila y Caribdis» representado por la profunda recesión que se atisba en el horizonte, y las repercusiones para la política catalana de la aparición de Podemos en la región.

En el caso catalán, ha llamado la atención el silencio de Podemos durante el 9-N. Sin embargo, la postura de Podemos frente al llamado «proceso soberanista» está claro: Pablo Iglesias se ha declarado abiertamente contrario a la independencia de Cataluña, pero al mismo tiempo se ha posicionado a favor del muy maleable «derecho a decidir». Esto indica claramente que, como en el caso vasco, el objetivo de Podemos consiste en adueñarse del principal argumento movilizador, para de esta forma castrar al movimiento contrario haciéndose con sus votantes con el argumento del «voto válido». La más que evidente falta de interés de la oligarquía catalana hacia esa independencia unilateral que agitan como un espantajo ante Madrid es el talón de Aquiles del movimiento soberanista catalán, por lo que apropiarse de la lucha por el «derecho a decidir» de manera similar a «OTAN, de entrada, no» de Felipe González en los 80 sería un golpe mortal al nacionalismo catalán.

Sin duda, la aceleración de la crisis y el crecimiento exponencial de Podemos, que ya tiene buenas perspectivas en la región pese a no haberse constituido aún como partido, es el motivo por el que Mas ha dicho que va a convocar elecciones lo antes posible, con la esperanza de impedir que tengan lugar los comicios antes de que Podemos pueda alcanzar su madurez en Cataluña. Lo cierto es que, tres años después de haber aplastado a palos a los Indignados del 15M, estos vuelven mediante Podemos a la primera línea de la política catalana; es posible que le esté llegando la hora al gobierno nacionalista catalán, que durante esos tres años de gestión sin oposición tan sólo puede «presumir» de independentismo y de haber llevado a cabo una nefasta política social con el apoyo del resto de integrantes del «bloque soberanista», incluidos los «izquierdistas radicales» de la CUP.


IZQUIERDA E INDEPENDENCIA: EL CANIBALISMO EN LA POLÍTICA

Es paradigmático de la ligereza con que la «izquierda» se toma el nacionalismo (no sólo en Cataluña) es el uso de Kosovo como ejemplo a seguir por parte del llamado «bloque soberanista» (CiU, ERC, CUP, ICV). La declaración de independencia de Kosovo, impulsada por EEUU y las principales potencias de la UE, fue la culminación de una operación de desestabilización de la OTAN contra Yugoslavia a lo largo de la década de los 90 y una violación de los acuerdos de paz entre Yugoslavia y la OTAN tras la Guerra de 1998/9. Las consecuencias de la independencia para la población de Kosovo han sido, como acaba de reconocer la propia UE, que un crecimiento exponencial de la corrupción en Kosovo tras la independencia, pese (o debido a) la ayuda de la UE; una temible limpieza étnica desatada por el UÇK tras la marcha del ejército yugoslavo contra todas las minorías étnicas ante la pasividad de la OTAN, y el control del nuevo estado por las mafias kosovares responsables del contrabando de heroína en Europa; por si todo esto no fuese suficiente, según un informe del Consejo de Europa, la élite política kosovar (surgida a partir del UÇK y los aliados de la OTAN) son en realidad los jefes de varias estructuras mafiosas cuyas redes abarcan varios países, destacando entre ellos al primer ministro kosovar, responsable de organizar el tráfico de órganos de soldados yugoslavos prisioneros.


Nacionalismo/izquierdismo en España: teoría y realidad. Para sustituir a la izquierda en todo el territorio, los nacionalistas «de izquierda» tienen que hacer verdaderos malabarismos ideológico-geográficos (izquierda), debido que el sentimiento nacional sólo está presente en unas pocas regiones. Para ello, se lleva a cabo la resurrección del reino de León o la conversión de Extremadura en nación más por 'horror vacui' que por otra cosa, y al mismo tiempo llaman la atención la anexión vasca de la Rioja y Navarra (pero abandonando los planes de «Vasconia» que proponían la anexión de medio Aragón) o el repentino expansionismo cántabro en Asturias. En realidad, todo esto no tiene nada que ver con la izquierda, sino con el etnicismo puro y duro que llevaría a un desastre similar al yugoslavo (derecha). Hoy día, una vez pasada la fiebre nacionalista impulsada por élites internas y externas, la 'yugonostalgia' de la convivencia socialista en la antigua Yugoslavia se extiende incluso en Croacia, entre una población que ha de sobrevivir en las ruinas provocadas por el etnicismo.

La aceptación del nacionalismo entre la izquierda, anarquismo incluido, ha tenido lugar de manera paralela a la expansión del neoliberalismo. La destrucción de la industria y su sustitución por el capitalismo de servicios ha destruido el entorno del que se nutría el movimiento obrero; a ello ha de añadirse naturalmente la desintegración/autodesintegración del comunismo, que ha cuestionado la validez de las utopías centradas en la revolución social sustituyéndolas por un pragmatismo dispuesto a tragar con ruedas de molino a cambio de sobrevivir. Esto afectó también al anarcosindicalismo, especialmente tras su implosión a finales de los 70/principios de los 80, fruto tanto de las tensiones debidas a la necesaria adaptación del anarcosindicalismo a la modernidad como a las provocaciones organizadas por el estado para acabar con la única organización de masas que se opuso a los Pactos de la Moncloa, eje del régimen surgido en la Transición. El resultado fue la desaparición del anarquismo como movimiento de masas en Cataluña, y la conversión de sus restos en parte del movimiento independentista, según afirma el propio secretario general de la CGT, cuya mayor implantación está en Cataluña. De esta forma, el principal enemigo del nacionalismo catalán ha desaparecido, o lo que es peor, se ha integrado en las filas independentistas/etnicistas, cuya «izquierda radical», la CUP, se esfuerza en retorcer la historia de la CNT catalana para justificar el apoyo al nacionalismo.

En lo que a la CNT catalana se refiere, puede afirmarse sin dudarlo que ha logrado concluir su lucha constante desde la Transición por autodestruirse. En la actualidad, tras sucesivas escisiones (la de la CGT y otras), es tan sólo un recuerdo y carece de la más mínima influencia en Cataluña. Sin el apoyo del anarcosindicalismo y su arraigo en la clase obrera el movimiento anarquista en Cataluña, que nunca ha dejado de existir, se ha convertido en gran parte en un satélite del independentismo. Especialmente lamentable a este respecto son las teorías que pretenden convertir al anarquismo en un rasgo étnico catalán; esto es una burla sangrante a la historia, teniendo en cuenta que la burguesía catalanista de principios de siglo acusaba al movimiento anarcosindicalista catalán de «murcianos», esto es, de inmigrantes, calificados en la actualidad de «colonos» por el nacionalismo catalán.

El anarquismo convertido en una característica étnica (hecho diferencial) de Cataluña. El silencio del anarquismo en Cataluña ha sido de facto un apoyo abierto a la mascarada del «proceso soberanista» que ha logrado paralizar las protestas sociales frente a los masivos ataques contra los derechos de la población y el avance de la implantación del modelo neoliberal.

Todo este proceso no es más que una repetición de lo ocurrido en Euskadi en los 70. Principal núcleo de industria pesada de España, allí tuvieron lugar una serie de huelgas que convirtieron a Euskadi en un ejemplo de lucha obrera, como la «Huelga de Bandas» así llamada por tener lugar en la empresa Laminaciones de Bandas en Frío de Echévarri. El nacionalismo vasco logró difundir sus ideas entre la clase obrera de manera gradual: baste recordar que en los 70 ETA uno de los sectores más importantes de ETA era el «obrerista», y buen reflejo de ello es el componente de izquierda radical de la mayor parte de los partidos que componían la coalición Herri Batasuna. Es destacable que ya la llamada Alternativa KAS, que era el programa compartido por todos las organizaciones que componían Herri Batasuna, exigía tan sólo «Adopción de medidas destinadas a mejorar las condiciones de vida de las masas populares y en particular de la clase obrera» (Punto 3), una petición indefinida que puede significar cualquier cosa; por el contrario, el componente nacionalista estaba perfectamente definido: «Reconocimiento de la Soberanía Nacional de Euskadi, lo que conlleva el derecho... (a) la creación de un Estado propio» (Punto 4), «Establecimiento inmediato y a título provisional de un Estatuto de Autonomía...» (Punto 5), y «Constitución, en el marco de tal Estatuto, de un Gobierno Provisional de Euskadi» (Punto 6).

El contenido de la Alternativa KAS (establecida en 1976, al inicio de la Transición), en la que predominaban los objetivos del nacionalismo político compartidos por el nacionalismo vasco y burgués del PNV, y destacaba la ausencia de ideas de izquierda radical era un claro indicio de las consecuencias de asumir las ideas nacionalistas. Las consecuencias de centrarse en alcanzar una mitificada «Euskal Herria independiente» pueden verse con claridad hoy día: el nacionalismo «radical» vasco centró sus actividades en la estrategia acción-represión y la lucha armada, con la consiguiente lucha por los presos que dicha estrategia genera, mientras a nivel político se dedicó a intentar aumentar por todos los medios en ampliar la autonomía vasca, incluyendo la creación de una policía propia y apoyando al PNV (el partido político de la oligarquía vasca) cuando fuera necesario.

Lo social, como por ejemplo hacer frente a la destrucción de la industria pesada vasca, se ignoró por completo. La falta de apoyo del potente «nacionalismo radical» a las luchas obreras en Euskadi se pusieron de manifiesto en una pasividad injustificable (por ejemplo en las luchas para evitar el cierre del astillero Euskalduna en Bilbao, en cuyos terrenos se encuentra hoy el Museo Guggenheim), especialmente tras sus repetidos éxitos en paralizar Euskadi con huelgas generales durante días para exigir la liberación de los presos políticos vascos. Para desgracia de quien pretenda justificar a posteriori que era imposible evitarlo, la victoria de la (en comparación) minúscula CNT en defensa de los astilleros de Puerto Real, amenazados de cierre, demostró no sólo la viabilidad del anarcosindicalismo en nuestros días, sino la bancarrota política del nacionalismo vasco como una fuerza de izquierdas.

Hoy día, tras el fin de la lucha armada, el nacionalismo radical vasco se ha convertido en un partido político más (Bildu) que, tras las últimas elecciones vascas (2011), se ha convertido en la primera fuerza política por concejales (953) y la segunda por votos (25,45%). Al mismo tiempo, las ideas de extrema izquierda brillan por su ausencia en su práctica cotidiana, y tan sólo permanece el nacionalismo como eje de su discurso, mientras a nivel interno se cuestiona la necesidad de crear un Estado propio siguiendo el modelo «libertario» seguido por el kurdo Ocalan, líder del PKK. La realidad es que, tres décadas después de su aparición como movimiento de masas y de «izquierda radical», el nacionalismo abertzale vasco es parte del sistema que pretendía combatir. Y tanto Bildu como el independentismo catalán tienen, hoy por hoy, el problema de que si la crisis económica-financiera global se profundiza, serán barridos de su posición hegemónica en la extrema izquierda debido a su colaboración constante con el neoliberalismo y su falta de alternativas más allá de agitar banderas y apelar al sentimentalismo etnicista.

En las luchas que se aproximan, el Movimiento Libertario ha de romper lazos con todos estos movimientos pseudo-izquierdistas que, como han demostrado en su práctica durante las últimas décadas, tan sólo valen para crear divisiones e impedir una lucha unificada contra el verdadero enemigo: el capital. Aliarse con movimientos pseudoizquierdistas que cuando dicen estar a favor de la libertad se refieren a la libertad «de un pueblo» mientras luchan por cuerpos represivos «nacionales», o que dicen estar en contra de los problemas crecientes de la población pero al mismo tiempo, tanto en Euskadi como en Cataluña, se alían políticamente con la oligarquía caciquil ni es aceptable ni tiene sentido alguno. La independencia, la de verdad, no consiste en la creación de estructuras represivas basadas en el concepto de explotación del hombre por el hombre y justificadas por la esotérica «pertenencia a una comunidad nacional» de la que forman parte explotadores y explotados.

Una gota en el océano. La independencia, la de verdad, sólo puede alcanzarse defendiendo nuestros intereses, para lo cual hemos de eliminar el Estado-nación, el capitalismo, el patriarcado, y poner en marcha un nuevo modelo de relación  con la naturaleza basado en el cuidado y no en el beneficio (Elissa, Grup llibertari de Sant Andreu).